miércoles, 28 de octubre de 2009

Sangre


“Sangre poca pobre tonta sangre, cara sucia tonta sangre,
lenta fácil tonta sangre, quieta dura tonta sangre, sangre,
sangre va lamiendo, va la sangre para el viento
y va la sangre para suavemente al tiempo
y va sintiendo el pensamiento chupa sangre, toma sangre, ama sangre,
buena sangre, sin pecado sangre, sin aliado sangre, robótica sangre,
musical sangre, matemática sangre, sangre, sangre” P.P.



La sangre brota, imposible de contener, hirviendo a todo trapo. 11 de Octubre. Vengo carburando todo esto hace tiempo, ineludiblemente. Esa cuestión intransgredible, sentir que no hay chances de evitar esto, o una chance, pero tristísima y repudiable. Poder, fuerza de decir “esto ya no me gusta”, o “no puedo evadirme esto”, “necesito transitar esto”.

Me gusta sentir que soy latinoamérica, continente sangriento y sanguinario y hervido. Gritos argentinos, calma uruguaya, soltura brasileña, vena colombiana, compromiso cubano. Me gusta sentirme porteño, cabrón, neurótico y revirado hasta la medula.

Soy cualquier persona de cualquier barrio, de clase media tiroteada por la crisis mundial financiera hasta sus ruinas.

Este sentimiento compañero de cuadras caminadas por el barrio. Abrigando que camino por acá con vos, que charlamos sobre el asunto y sobre otros pero desde este asunto, de este caminar por el barrio con vos, con vos, y con vos estando conmigo. Una conversación completa, llena de matices, de pinceladas de vos y yo. De vos y yo por el barrio, por este barrio tan encantadoramente llena de “clase media vapuleada” llena de realidad. De vos y yo. Se siente tan bien observar la avenida Garay con vos.

A veces la irrefutabilidad de las cosas es una incontención necesaria. Uno piensa que lo hace solo para serle fiel a las cosas, inolvidables. Para experimentar la fidelidad de las cosas. Las marcas de uno mismo, y las que le llenan. Conteniendo, llenando, contemplando, llenando, de una manera abarcadora. Inevitable explotar de opiniones, inevitable abrir los ojos de una puta vez y darle la cara a todo. Medirse, por lo menos una vez, consigo mismo. ¿Vamos a ser parte de este peldaño frío y calculado, feliz y simpático mundo inconsistente que nos ponen adelante, con colorcitos banales y seguridad planificada? Que la sangre hierva de una vez por todas sobre la mentira opaca.

Soy cualquier joven de veintisiete años, que haya estudiado más de una carrera sin terminar, y tenga que recurrir a más de un trabajo para llegar a un semi-acomodo económico, con aires de hacer cosas todo el tiempo. Definitivamente no sé lo que es vivir en una villa misera.

No quiero vivir un materialismo obsceno. Quiero un juego donde hacer trampa es una invitación a la imbecilidad. Un mundo absorbente. Mentiras tangibles, blablabla, mentiras infieles, bla bla bla, mentiras politicas, mentiras absurdas, mentiras ridículamente infantiles. Mentira es no correr por dentro, y de ahí en más bancate la que venga. Si sos facho, bancatela, pero con toda, si sos marxista progresista y golpeas a tu mujer, bancate la hipocresía, si sos un cobarde, lleno de miedo, que le saca provecho de las cosas más pelotudas para mandonear a tus empleados, bancate… la que venga.

Soy un empleado del estado, que maquina cosas mientras se convierte en un ñoqui. Soy el vientre mismo de la clase media.

La mentira tiene patas cortas, y la verdad más aún. En algún momento de mi vida escribía que la libertad no existe, y sigo sintiendo algo parecido. La libertad está atada a lo que uno signifique de ella, siempre, inevitable, como la sangre y a causa de ella. Estamos presos de las decisiones que tomamos, pero por otro lado es gracias a ese cambio que no nos transformamos en pequeños Hitlers, montados en un absolutismo guarango y desquiciado. Y esto es una línea delgada (como la que vive el progresista) o sos un fundamentalista de la sangre, o sos un absolutista hitleriano. Siempre queda la triste idea de ser un nulo, un adormecido, como billones de personas lo son en el mundo entero. Una chance tristísima.

Soy la sangre brotando, tonta, absurda y sin control, “yo quiero un ejercito de locos que me saque de la tumba”.

Lucas Zambrano 26/10/09

miércoles, 21 de octubre de 2009

La locura de tu embriaguez

Estoy totalmente dado, a tu posesión. Esa con la que me atrapas una y otra vez y otra vez más, con tu mirada de dulce encantadora de hombres. No sé de dónde vienen estas fuerzas que no puedo ni subyugar (o tal vez...¿reprimir?); no controlo, qué poder embriagante ejerces sobre mi!
Mi mano roza tu cintura y luego tu playo abdomen, mientras mi antebrazo ejerce presión sobre aquella parte que la mano rozó. Siento tu cuerpo tan conectado al mío que aprieto más fuerte, ya con los dos brazos, para intensificar lo que se genera en nuestras venas, nuestra sangre, que eriza nuestros huesos estableciendo una fluidez intocable, que pasa de pecho a pecho, de boca en boca como vertientes (primero de mí hacia vos, y luego, vos, aunque lo disimules, me servís de tu bebedizo narcótico); aflojo los brazos, deslizo mis manos, bien fuerte, hasta tus caderas y las subo recorriendo la silueta de tu cuerpo. Es esa sensación ya vivida la otra noche; esa conexión, o mejor dicho comunicación corporal, que sentimos, o sentí, en el medio de aquella “danza dadivosa”, cuando tus brazos me abarcaron, cuando mi boca saboreó la piel en tu cuello. Es esa sensación y “algo más”.
Tu mente dice que no por algún valor moral, pero mucho más que eso, por motivos afectivos. Ya no podes evitar que mis manos, recorriendo tu cara, acercándola a mi boca, te consuman en un éxtasis que nunca antes habías visto en mí. No hay necesidad de palabras, aunque si las hubiera no pasarían de menos. Y si la situación no fuera en el Ahora, tampoco la hubiese dejado de fabricar. Y si mi lengua no estuviera fusionándose, acá (físico), con la tuya, seguramente lo intentaría en otro lugar, con otras partes de tu cuerpo, con otros signos. Es una creación del momento, juego táctil. Me muevo, nos movemos y nos hundimos en ese abismo que no tiene ni espacio, ni tiempo. Podemos levitar y congelar todos estos segundos y fluidos unísonos; y a la vez podemos reconectarnos, bajando o subiendo, junto con estos danzarines eléctricos. Es el juego el que hace ese “algo más”
¿Pero qué hace a tu negación? ¿Qué hace, si ya te demostré nuestro delirante lenguaje, que te separes tan lejos?¿Es un preconcepto, un prejuicio? ¿Pero si aquí (digo, en este segundo) no existe tal cosa? Será que son tantos los años, y por lo tanto el proceso, que viste tanto de mí, o tan poco. O por ahí, yo te hice ver todo eso sin dejarte observar mi íntima diversión, tal vez el lado más personal. Pero eso no viene al caso, o por lo menos no a éste (décima de segundo).
Por ahí, gracias a aquella represión o rechazo, y a esta irresistible tentación, te estés dando cuenta de lo que excluiste para ambos. Sigo hablando de esta centésima. Esta, y eso “más”.
Pero fluyamos con la danza, que los millones de alrededores nos consuman. ¿Porqué no? ¿Ahora lo ves? ¿Ahora que ya pasé por tu pechos y el resto de tu piel? ¿Ahora que ya no resistís bajar el cierre de mi pantalón y meter tu mano para ejercer y contrapesar devolviendo con la misma fuerza? Ahora, milésima. ¿Tiempo? No, es ése “algo más”.
¿Pero qué es eso?. ¿Todavía no lo sentís? Es Dionisio, nada más que él. Nada más esto.
Eso, embriaguez (MDMA).


Lucas Zambrano (30/10/01)

martes, 20 de octubre de 2009

Aracnofobia (sintetized)

Soy un maldito nazi... ¿Qué me garantiza la informal libertad de expresión?¿La que obtengo ad honorem, la que considero a la hora del resumen historiográfico de mi vida, o la que me permite el despropósito? No garantiza nada la que disimulo en mi supuesta realidad reincidente, pero no deja de hilarse, arácnida . Esa es la que no puede más.
O sea: necesita un respiro urgente, una salvación institucionalmente amoral, emancipada y menos psicopáticamente reprimida. ¿Puedo decir lo que quiero? Sí.

Mi nombre es Daniel Humberto Prego y vengo a contar la historia de mi crisis. Ese maldito asesino me quitó las ganas de seguir yendo a terapia. Tratando de vender algo que no conoce, tratando de moldear una imagen. Voy a intentar otra cosa mejor: esta liberación depende de muchas cosas, pero la verdad es que depende de ustedes, porque mis excusas están tan diseminadas en la pluralidad de cualquier discurso, que necesito el contrato, el vos y yo, el yo dual del individuo, que vendría a ser un yo dual, la convención, amistades socialistas, consenso, algo más horizontal. Porque todo es consenso y coerción. Mi piel es coercitiva contra el deseo de querer romper esa barrera y transformarme en lo inmaterial. Nuestras ciudades pasan a ser colosales reactores nucleares y, la velocidad que logran, indomable a nivel global. El mundo gira alrededor del Sol (con mayúscula, ignorancia de la ceguera).

La existencia precede a mi esencia y mi sufragio a todos los demás. Soy algo avaro, tal vez egoísta en el buen sentido, el de la elección. En fin, vivo en alguna calle tipo media de la capital: el universo personificado, la garantía de las leyes físicas del movimiento urbano. Todos se conocen por acá, ésta zona del barrio, entre Pedro Goyena y Directorio y diez cuadras a la redonda.
Es tan fácil olvidar la insignificante y efímera cara de la gente. Sencillamente, como una brisa que pasa por el medio de un calor veraniego, pegajoso y hostil, pasan y se van. Un día más ¿para qué intentar salir de esta casa? Sí, la gente me cae bien, no soy un antisocial y suelo no quedarme callado en las reuniones. A veces también soy efusivo. Pero esa sensación de certeza me persigue, acosa sin tapujos y, sobre todo, es transparente, indisimulable. Y me dice que al poder hacer lo que quiero puedo no hacer nada, puedo odiarlos a todos. Tomo un discurso, lo empleo y sobrevivo a la situación, a cualquiera. Por eso estoy varado hace siete días en este estático nido. Muy muy fácil, mimetizarse es cuestión de segundos, ¿por qué no nazi también? tengo la habilidad de adoptar dos discursos sin pesares. Lógica y razón, tal vez un poco de coherencia. La contradicción no molesta.

Pero quiero explicar que para mi es algo ineludible. O sea: hay conversaciones provenientes del peor de los tedios. Generan todo un malestar espantoso. Desde hace rato ya, son casi todas las charlas que mantengo. A veces me pasa con gente que conozco, aledaños, amigos de amigos, y lo atribuyo a que, bueno, son amigos de amigos y a mi no me interesan. Con los desconocidos casuales, me pasa lo mismo. Como poco importan, ya que suelen ser fugaces como la mayonesa, puedo mandarlos al más allá como la nona quiere hacer conmigo (digo, inconscientemente me manda para el otro lado todo el tiempo).

Pero el más incómodo de los malestares es cuando pasa con amigos o la familia. La contradicción del afecto me neurotiza. Preferiría morir en un hotelucho de Bangok. Es como que no puedo mandarlos a todos a la mierda, no es que lo quiera así, pero no puedo justamente porque lo quiero así, no tengo esa elección en mi poder porque la pierdo en lo otro. El libre albedrío nos hace dioses, nos da el poder de elegir el infierno ¿no? Es inevitable, está ahí. Claro, hay una enorme contradicción entre esa libre decisión y los afectos, porque políticamente, así como a nivel físico y metafísico, existe una oscuridad posada sobre la libertad. NO LA HAY, no está por ningún lado.
En estos planos no existe la verdad. Hay una canalización de un absoluto que vendría a ser lo que denominé sufragio individual.

- La manija dorada me pide que la gire, la puerta patinada con azules y blancos me pide que la empuje, la tapa del inodoro que la suba. Mis piernas que se flexionan. Mi culo se apoya. Movimientos peristálticos. Un pucho aspira por tercera vez. Obedezco, obedezco al papel y estiro hasta llegar al suelo, lo levanto de una punta hasta que la otra apenas toca el piso y voy doblando en mitades tres veces (muy personal el asunto). La bermuda pide subir, la cadena subir, la manija girar otra vez y la puerta ser tirada hacia dentro. ¿y yo? ¿qué carajo hice todo este tiempo?¿qué hice durante todo este movimiento inerte y vacío? Es como que casi ni lo viví, no estuve ahí, mi cuerpo estaba ahí pero mi mente fue dominada por el accionar ultra cotidiano. ¿Qué carajo hacemos con todos estos cortísimos lugares temporales, totalmente temporales, en donde nunca hacemos nada, o para ser más específicos, donde no hacemos de la nada algo? Caemos en una máquina rutinaria, totalmente “engranajeados”.

Soy nazi porque mi contradicción reside en no tomar de lleno, o sea públicamente, tal vez en un papel, ya no blanco, como éste, ese albedrío. ¿Cago pero no disfruto? Hablo del total, hablo de una sesión psicoanalítica histórico-global.
Mi pregunta es: ¿porqué degenetizo a la gente? ¿porqué les quito la posibilidad de contestarme, de que ellos estén ahí? La totalización de nuestro gen masacra la otredad.

Pero volvamos a la libertad. Hablemos del deseo, de la desmaterialización de mi cuerpo, de los nueve milímetros sobre la mesa. Hablemos del aniquilamiento de este repugnante ser, dispuesto a todo por desenmascarar la careta de la libertad. Quiero hablar de lo que voy a hacer dentro de veinte minutos, y que por ahí son veinte minutos porque quiero hablarles un rato más, o porque tengo pánico a las despedidas, sobre todo a esta seamos realistas.
Yo no me voy, sigo saltando la rayuela, omito, divago. Pero se acabó, ya pueden prescindir de mí, de esto. Gatillo la posibilidad. Esta posibilidad de recomenzar, por así decirlo, de regenerarme. Esta pasividad me contrae los músculos, me hace temblar, estoy tiritando en el piso del baño, junto al inodoro. Juguemos a la rusa. Pum! Y el engaño de esta mediocre libertad me enjaula, me trastorna. Pum! Y cuando pasado mañana los vea a todos de vuelta les diré que tal me fue. Pum! Y la nona que se vaya a la puta que lo parió! Pum! Y que la bala gangrene desde la sien hacia el resto de mi cuerpo, que recorra hasta el ultimo instante de mi alter ego y destruya la consistencia de la locura. Pum! Y libre al fin, libre como sólo se puede llamar libre a la libertad, me voy a acostar a las siete y treinta y seis de la mañana.
Seis muertes, pum! Elegiré lo que tenga que elegir, perseguiré sin tapujos la claridad de lo diurno. Traspapelemos todo esto y, tal vez, mañana te diga que te extrañé.


Lucas Zambrano (10/07/04)

Little Emma

My little Emma. Mon petit Emma, no importa como te lo diga. Todo lo escuchás y nada. De todo la nada. Las sombras que nunca existieron agotan la última zona de tu juego. My, mon, mi desquiciada Emma, explota burbujeante crítica palabra, esquizofrenia del estado de las cosas.

La muy bonita corre sorprendiéndose a cada instante. Atrapándose. Todo (de)viene primero en su vida. En las puertas aparecen guasones y un universo de malabarista donde ella es la acróbata a punto de triple mortal.

Mi expatriada Emma. Y aún así tus palabras son parte de un vocabulario que nadie más entendería. Organizando este nuevo territorio que está más allá de la lengua. Te prohíbo concedernos el aplauso con el que nosotros deberíamos recibirte en cada performance.

Tus ojazos de niña incomprendida sólo enternecen este tibio corazón, aunque sepa que el capricho poco importa. No es la marginalidad lo que determinan tu mirada sino la absoluta redención: a tus danzas aéreas, a los ataques febriles, a representaciones escénicas ultrmarinas.

Mi frenética albina. Lame las puntas de tus orejas, araña las yuntas de la bicicleta, persigue nuestras siluetas en el piso. No sos una lunática empastillada anti-gravitación, es simplemente que no crees en ella. La razón no lo es todo. Gracias por no escucharme, gracias por forzarme a comunicarme de esta manera, con estos signos y gestos y maniobras.

Ella es así, tan solo así, nació de esa manera y nunca cambiará, y por esa característica la paradoja se hace aún más maravillosa. Como nunca tendrá la posibilidad de “liar los bártulos”, nunca tendrá la posibilidad de agotar la sorpresa. Todo pasa en un instante. Y algunos podrían pensar en esa temporalidad como algo trágico, pero no lo es. Ella es un uno con el todo, es un aquí y un ahora, complice jugadora.

Llora cuando está sola, descubriendo que la soledad es sólo un girar de los eventos, accionar las paradojas visuales, voltear la cabeza hacia ellos.

Sorda, no muda ni parapléjica, mejor que devenir. My little Emma. Mon petit Emma, no importa como te lo diga. Mi hermosa gatita sorda albina.



Lucas Zambrano (10/05/06)

Formato

Formato: los alvéolos. La respiración, impaciencia. El segundo, inexistencia.
Aspirar un solo momento, reteniéndolo en los pulmones.
Generadora de una excitación que no puedo vigilar.
En una cama, entrelazados, completamente sumergidos. Donde las palabras no existen.
Y cada vez que estamos entre estas sabanas, donde la luz nos atraviesa de amarillo, quiero dejar de existir. Quiero que nuestro abrazo se vuelva tan físico que de la física no quede nada. Aguantando el aire, sin respirar. Retengo, sostengo y nos mantengo en la cumbre de nuestro volar. Carne vuelta energía, el desaparecer de dos almas en bruta electricidad, desintegrando todo lo que son.
Y un leve sonreír, esa paz etérea. Congestionados en letargos de verde lunar. Descansando de todo, haciendo un retiro tan espiritual como religioso. Y es por eso que dejo de tomar el aire que el mundo me da. Porque nuestro nirvana me lo pide. Nuestro desaparecer completa una visión de la trascendencia. Lo que nos borra nos imprime. Inexistencia trascendental. Aniquilando nuestros cuerpos para pasar pertenecer a un todo. Un todo que sólo existe para nosotros, porque solos y juntos cruzamos la barrera de la congruencia, de la coherencia y lo material.
Eliminar todas las cucherías que adornan este cuadro imperfecto, este cuarto repleto de juguetes, pinturas, cristalino, azul.

Rojo.
Lucas Zambrano 19/11/2005

Y ahora somos perdón

Desmemorioso. Ya no recuerdo nada. El ultimo flash fue hace un par de días. Hace un par de días estoy en el habitual blanco pálido, funesto, espasmódico e incongruente estado de no saber nada y eso ya me produce algo, la nada, es.
Sólo saber. Entendido como esa sensación extralimitante, avasalladora, renovadora que en un solo segundo implosiona desde cada poro. Tener que caer de un abismo, tirarse de cabeza, frente a frente de cara a la realidad. Vos en tu definición de un posible total y ya los blancos que desaparecen. El vacío transformado, vuelto a ser regeneración.
Pero ahora, el ahora, es la nada. Una gran convulsión que derrumba, una visión desfenestrada. Este especie de apocalipsis que recorre todos los espacios de mi cuarto, parecen las ruinas de lo que una vez fue. Todos sus icónicos deseos y anhelos. Los discos de vinilo colgados en la pared, las velas con medio tiempo de vida, la alfombra que ya de estar no es y, sobre todo, la cama que ya tomó mi forma. La simple estática de mi cuarto.
Y este vacío que opera de manera diferente, vendría a ser un juego morboso que me propongo, tiene cara de incertidumbre y parece ser manco. Me hace girar hasta las nauseas. Y el todo que tengo que elegir, y la alegría, o angustia, puede o no darme cada milisegundo en que mis ojos cierran para evitar irrtaciones, que a su vez cada parpadeo significa una comodidad, partes de un refugio. Veo y no veo, y vuelvo a ver.
Esto es un postmodernismo personal, o por ahí desde lo personal, que se corresponde en alguien que tira para la salvación de tal vacuidad, pero lo hace desde ahí. Y la mayor postmodernidad, la más terrible y desbordante es la miseria espiritual, porque ataca a cualquier tipo de materialidad, acudiendo todo el tiempo a su disfraz. Sí, somos pobres, sí, somos clase media adormecida, pero todo surge de ese último adjetivo.
Matices, matices, matices. Y toda la responsabilidad cargada en los ojos. Sólo abrir los ojos pone de trasfondo una ejercicio de implicación. Y ya no son blancos, ya no tengo cataratas que funcionen como aparato de castración. Veo, implico, cierro mis ojos, implico otra vez. Somos uno con el todo. Poderosos, volvemos a los colores, a las degustaciones, volvemos a ver esa cara de papel escamoteada por los años que tiene forma de desierto salteño, el viejito con gorro de lana multicolor, multiforme, multiplicado, hecho millones.
Y la decisión de escribir este menjunje, este cóctel de la nada. Porque en realidad no escribo sobre nada, desde la nada, para nadie, sin verbo dios, narrador o historia con desenlace. La fuerte convicción de estar haciendo todo esto como una especie de descarga emocional, psicoanalíticamente lamentable. Es que es esa misma nada que me lleva a escribir así. Es la mera falta de significantes la que me controla, tira de mis hilos y yo soy un monigote caricaturesco, ultra masacrado por el cliché.
Y ahora somos todo esto. Perdonando una vida buscando incógnitas sin proyectar certidumbre.
Y hoy llega. Entra por mi ventana el rocío invisible preocupado por lo que puedo ofrecerle. Los sonidos de Melián me levantarán, los colectivos pasaran a toda máquina humeando vapor en su archipiélago de adoquines, los porteros se acercaran a remover el aire cercano al piso aleteando el agua. Y ahora es sólo un segundo donde este pieza musical, resonante, termina, breve, desconocida y concisa.


Lucas Zambrano (03/02/05)

Bienvenidos?

pues bienvenidos entonces....

vean y hagan y piensen y opinen lo que quieran de lo que vean acá...

aunque recién acabo de abrir este coso... seguramente me esté hablando a mi solo... claro...
pero para futuras referencias...


son uds, completamente bienvenidos, de adeveras.


exitos reotundos!