martes, 20 de octubre de 2009

Formato

Formato: los alvéolos. La respiración, impaciencia. El segundo, inexistencia.
Aspirar un solo momento, reteniéndolo en los pulmones.
Generadora de una excitación que no puedo vigilar.
En una cama, entrelazados, completamente sumergidos. Donde las palabras no existen.
Y cada vez que estamos entre estas sabanas, donde la luz nos atraviesa de amarillo, quiero dejar de existir. Quiero que nuestro abrazo se vuelva tan físico que de la física no quede nada. Aguantando el aire, sin respirar. Retengo, sostengo y nos mantengo en la cumbre de nuestro volar. Carne vuelta energía, el desaparecer de dos almas en bruta electricidad, desintegrando todo lo que son.
Y un leve sonreír, esa paz etérea. Congestionados en letargos de verde lunar. Descansando de todo, haciendo un retiro tan espiritual como religioso. Y es por eso que dejo de tomar el aire que el mundo me da. Porque nuestro nirvana me lo pide. Nuestro desaparecer completa una visión de la trascendencia. Lo que nos borra nos imprime. Inexistencia trascendental. Aniquilando nuestros cuerpos para pasar pertenecer a un todo. Un todo que sólo existe para nosotros, porque solos y juntos cruzamos la barrera de la congruencia, de la coherencia y lo material.
Eliminar todas las cucherías que adornan este cuadro imperfecto, este cuarto repleto de juguetes, pinturas, cristalino, azul.

Rojo.
Lucas Zambrano 19/11/2005

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