miércoles, 21 de octubre de 2009

La locura de tu embriaguez

Estoy totalmente dado, a tu posesión. Esa con la que me atrapas una y otra vez y otra vez más, con tu mirada de dulce encantadora de hombres. No sé de dónde vienen estas fuerzas que no puedo ni subyugar (o tal vez...¿reprimir?); no controlo, qué poder embriagante ejerces sobre mi!
Mi mano roza tu cintura y luego tu playo abdomen, mientras mi antebrazo ejerce presión sobre aquella parte que la mano rozó. Siento tu cuerpo tan conectado al mío que aprieto más fuerte, ya con los dos brazos, para intensificar lo que se genera en nuestras venas, nuestra sangre, que eriza nuestros huesos estableciendo una fluidez intocable, que pasa de pecho a pecho, de boca en boca como vertientes (primero de mí hacia vos, y luego, vos, aunque lo disimules, me servís de tu bebedizo narcótico); aflojo los brazos, deslizo mis manos, bien fuerte, hasta tus caderas y las subo recorriendo la silueta de tu cuerpo. Es esa sensación ya vivida la otra noche; esa conexión, o mejor dicho comunicación corporal, que sentimos, o sentí, en el medio de aquella “danza dadivosa”, cuando tus brazos me abarcaron, cuando mi boca saboreó la piel en tu cuello. Es esa sensación y “algo más”.
Tu mente dice que no por algún valor moral, pero mucho más que eso, por motivos afectivos. Ya no podes evitar que mis manos, recorriendo tu cara, acercándola a mi boca, te consuman en un éxtasis que nunca antes habías visto en mí. No hay necesidad de palabras, aunque si las hubiera no pasarían de menos. Y si la situación no fuera en el Ahora, tampoco la hubiese dejado de fabricar. Y si mi lengua no estuviera fusionándose, acá (físico), con la tuya, seguramente lo intentaría en otro lugar, con otras partes de tu cuerpo, con otros signos. Es una creación del momento, juego táctil. Me muevo, nos movemos y nos hundimos en ese abismo que no tiene ni espacio, ni tiempo. Podemos levitar y congelar todos estos segundos y fluidos unísonos; y a la vez podemos reconectarnos, bajando o subiendo, junto con estos danzarines eléctricos. Es el juego el que hace ese “algo más”
¿Pero qué hace a tu negación? ¿Qué hace, si ya te demostré nuestro delirante lenguaje, que te separes tan lejos?¿Es un preconcepto, un prejuicio? ¿Pero si aquí (digo, en este segundo) no existe tal cosa? Será que son tantos los años, y por lo tanto el proceso, que viste tanto de mí, o tan poco. O por ahí, yo te hice ver todo eso sin dejarte observar mi íntima diversión, tal vez el lado más personal. Pero eso no viene al caso, o por lo menos no a éste (décima de segundo).
Por ahí, gracias a aquella represión o rechazo, y a esta irresistible tentación, te estés dando cuenta de lo que excluiste para ambos. Sigo hablando de esta centésima. Esta, y eso “más”.
Pero fluyamos con la danza, que los millones de alrededores nos consuman. ¿Porqué no? ¿Ahora lo ves? ¿Ahora que ya pasé por tu pechos y el resto de tu piel? ¿Ahora que ya no resistís bajar el cierre de mi pantalón y meter tu mano para ejercer y contrapesar devolviendo con la misma fuerza? Ahora, milésima. ¿Tiempo? No, es ése “algo más”.
¿Pero qué es eso?. ¿Todavía no lo sentís? Es Dionisio, nada más que él. Nada más esto.
Eso, embriaguez (MDMA).


Lucas Zambrano (30/10/01)

1 comentario:

  1. Mucho erótismo. Una verdadera elegía. El tópico de la femme fatal, etc. Esta chica es una Lesbia y todas esas preguntas catulianas!!!!! Te felicito por el texto.

    Un abrazo

    ResponderEliminar